«Oppenheimer», obra maestra

El estreno de la esperada película Oppenheimer (dirigida por Christopher Nolan) tuvo lugar el pasado jueves, 20 de julio, en los Multicines Tenerife, sede habitual del Aula de Cine, mediante un evento especial organizado por Charlas de Cine. La sesión contó con una sala abarrotada de personas y con la participación del doctor Daniel Alonso, presidente de la Real Academia Canaria de Ciencias, quien intervino al comienzo del pase mostrando curiosidad por el filme y dando ciertas nociones básicas contextuales para el disfrute total de la experiencia.

«El personaje de Robert Oppenheimer se trata de alguien creativo, intelectualmente brillante y complejo», explicó el físico. También destacó la importancia de que el guion fuera compatible con los conocimientos científicos del momento, ya que había diversos conceptos que ahora la humanidad sí puede entender, pero que en ese entonces no era posible. Además, era vital que Christopher Nolan lograra capturar en la película el dilema moral al que los distintos participantes se vieron sometidos, y que tuviera en cuenta el contexto histórico bélico que acompañó al protagonista durante toda la creación del proyecto.

La película

El filme está basado en el libro Prometeo Americano, escrito por Kai Bird y Martin J. Sherwin; que, a su vez, se fundamenta en la historia real sobre el Proyecto Manhattan: una carrera secreta, entre los americanos y los nazis, en la que se desarrollaron las primeras armas nucleares en los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial. La trama gira en torno a Julius Robert Oppenheimer (Cillian Murphy), un brillante y apasionado físico teórico, de descendencia judía, que se convierte en el padre de la bomba atómica.

Durante sus estudios, Oppenheimer desarrolla un interés por la física experimental y decide viajar a Europa, ya que, por aquella época, en Estados Unidos no contaban con centros que la impartieran. Así se abre una etapa de exploración cuántica, de autodescubrimiento, curiosidad ferviente y preguntas complejas que desea resolver. Sin embargo, se da cuenta de que su punto fuerte no es el laboratorio ni la física experimental, sino la teórica. Oppenheimer pone rumbo a Alemania en 1926; allí estudia en el centro pionero de la física teórica en toda Europa y lo hace bajo la supervisión de Born. Sus conocimientos aumentan a una velocidad similar a la de los átomos en una reacción en cadena.

Su estancia en Europa le permite conocer y compartir sus contribuciones con los físicos mejor reputados del mundo, pero sus ansias de resolver incógnitas siguen sin amainar. Por la noche, cuando intenta dormir, en la soledad de su oscura habitación, su mente se desplaza a un universo que puede ver, escuchar y sentir: los átomos en movimiento, juntándose hasta formar moléculas, la vibración en todo lo que le rodea, los halos de la luz, las palpitaciones de la vida de los átomos…

«Soy el destructor de mundos»

Oppenheimer decide regresar a los Estados Unidos para enseñar a un grupo de físicos teóricos en la Universidad de Berkeley. En California conoce a diversas de sus amistades, tales como Ernest Lawrence (Josh Hartnett), ganador del premio Nobel de 1939 por sus aportaciones prácticas a la física; Jean Tatlock (Florence Pugh), una joven afiliada al Partido Comunista de los Estados Unidos con la que mantiene una relación amorosa intermitente; al poderoso funcionario Lewis Strauss (Robert Downey Jr.), que es quien designa a Oppenheimer director del instituto, y Albert Einstein (Tom Conti), el científico más importante y popular del siglo XX.

Al poco tiempo le piden que lidere el Proyecto Manhattan. Él forma su equipo con los mejores físicos del país, pero también de otros en Europa, y se traslada a Los Álamos, Nuevo México, con su esposa Kitty Oppenheimer (Emily Blunt). Comienzan a debatir cómo crear un arma nuclear capaz de detener al nazismo y, entre las mentes más brillantes, dan con la clave: fisión nuclear.

Durante tres intensos años de investigación, cálculos de probabilidad y adquisición de materiales, logran montar la primera bomba atómica. La prueba Trinity es un éxito rotundo; Oppenheimer y su equipo hacen historia. No obstante, el uso de las siguientes bombas no son para acabar con los nazis, pues ya han pedido rendición, sino con los japoneses. Estados Unidos lanza las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y las cifras de muertos y heridos son devastadoras.

Cuando Oppenheimer reflexiona en que su creación ha sido para arrebatar tantas vidas, le remuerde la conciencia y piensa «ahora he devenido muerte. Soy el destructor de mundos». La culpa lo devora; siente que tiene las manos manchadas de sangre. Es capaz de ver el resplandor de la bomba y, luego, las víctimas siendo despellejadas y quemadas por el calor. Sin embargo, Estados Unidos lo considera una victoria y empieza a planear la creación de la bomba de hidrógeno, a la que Oppenheimer se niega por completo. Se convierte en un defensor de la seguridad nuclear a nivel internacional y, gracias a su credibilidad y reputación científica, aboga por el control de estas municiones.

La opinión científica

Tras el visionado de la película, pudimos entablar una pequeña conversación con Daniel Alonso sobre sus opiniones acerca de ella. «El libro en el que está basado el filme está muy bien representado. Sin embargo, lo que mejor está expuesto es el ambiente de los físicos, el cómo se mueven los científicos y hablan entre ellos, cómo generan las ideas…», relata el doctor. Además, desde su punto de vista como profesional, los conceptos que se mencionan en el largometraje son completamente coherentes, y «un físico o un científico, en general, puede disfrutar enormemente», ya que todo está bien dicho y escenificado.

Dentro del ámbito más crítico, en cuanto al pensamiento científico durante el Proyecto, Alonso opina que «la incertidumbre, las dudas hasta el final, la pasión por el trabajo y por el conocimiento… Todo está muy bien representado». En cuanto a la interpretación de Cillian Murphy, el físico indica que uno de los puntos que más le gustó fue «la forma en que el actor logra transmitir la pasión que siente una persona cuando está pensando en ciencia, cuando se descubre algo». Y, además de ese sentimiento, también transmite «la soledad, la incomprensión y la frustración constante por ir avanzando sin desistir». Para la comunidad científica se trata de una película emocionante, con una nota de diez para el trabajo de Christopher Nolan y su equipo de producción.

¿A favor o en contra?

La película cuenta con grandes puntos a favor, siendo el primero la fiel representación de la vida de Oppenheimer, la interacción entre los físicos y la integridad de lo que aconteció durante el Proyecto Manhattan, a excepción de algunas escenas en las que Nolan tuvo que recurrir a su propia imaginación. Debido a que el filme se apoya en la previa indagación del libro y a que el director fue muy cauto a la hora de transmitir los conocimientos que se sabían por aquel entonces, sin enjuiciarlos con los avances del presente, las escenas se ajustan de manera verosímil a la realidad de los sucesos.

Las conversaciones entre los físicos, la forma que tienen de debatir sus nociones para alcanzar un conocimiento superior y la jerga que utilizan queda representada a la perfección en la película. Incluso el fervor con el que trabajan la física y los números está interpretado de una manera exquisita.

Cabe destacar que Cillian Murphy hace deslumbrar al personaje de Oppenheimer y lo personifica con los mejores detalles de actuación. Logra atravesar la pantalla y transmitir la inquietud de una mente pensante y superdotada, la soledad de un físico teórico que parece no encajar en ningún lugar, salvo en el mundo abstracto de los números, y los remordimientos de haber desencadenado la destrucción de la propia raza humana.

El último punto a favor está relacionado con la increíble y penetrante banda sonora, creada por Ludwig Göransson, que ayuda a reforzar la transmisión de emociones y a intensificar la trama visual. Se trata de toda una experiencia sensorial en la que se combinan planos cuidados al detalle y bellos a la vista del espectador, las mejores interpretaciones del elenco de actores y actrices y la música capaz de erizar la piel y estremecer el cuerpo.

Sin embargo, si tuviéramos que destacar algunos puntos en contra, el primero sería referido a la experiencia de poder ver la película como el director pretendía en un principio. El largometraje fue filmado en formato IMAX, una de las mejores tecnologías dentro del cine por la nitidez y calidad en la que se graba, no solo de forma digital, sino también en un carrete de 65 mm que, posteriormente, pasa a uno de 70 en horizontal. Para una mejor comparativa, en el cine se suele grabar en películas de 35 mm para que sea compatible con todas las salas y se pueda distribuir más rápido.

Para poder disfrutar al completo de Oppenheimer sería necesario ir a una sala IMAX, teatros de pantallas enormes que permiten una experiencia de cine más inmersiva que la normal. En España existen muy pocos cines con esta característica, tan solo hay dos en Madrid, uno en Mallorca y otro en Barcelona.

En cuanto a la narrativa, si eres una persona a la que le gusta sentir muchos estímulos y la acción constante, tal vez esta no sea tu película. La forma en la que está contada la historia del físico no está hecha para impactar, sino para hacer pensar y reflexionar a la audiencia sobre la dualidad de la emoción y el arrepentimiento de haber creado algo tan impresionante como inquietante para la humanidad. Es necesaria la lentitud en ciertos momentos para poder comprenderla en su totalidad.

«Un vuelo audaz que termina con consecuencias desastrosas»

Por otro lado, la vida de Oppenheimer está llena de científicos y personajes de toda clase, con lo que llegar a un seguimiento exacto de todos los nombres e implicados requiere de la atención del espectador y su concentración. Sin embargo, al tener una selección de actores tan exquisita, es fácil, al menos, poder quedarse con las caras de aquellos más importantes en la existencia del denominado padre de la bomba atómica.

En la mitología griega, Prometeo robó el fuego de los dioses y se lo dio a la humanidad para el progreso, pero también enfrentó las consecuencias de su acción. En el mundo en que vivimos, Oppenheimer lideró el desarrollo de la bomba atómica, que llevó a la creación de un poder destructivo sin precedentes, pero también a dilemas éticos y morales.

Para representar aquellos puntos de la vida del científico más objetivos que subjetivos, Nolan utilizó un recurso (recuperado de su otra obra, Memento) para diferenciar distintas partes de la historia: el uso del blanco y negro en contraste con el color. Según el director, en una entrevista con The Associated Press, esta decisión fue tomada debido a que «había dos líneas de tiempo en la película. Una es en color, y esa es la experiencia subjetiva de Oppenheimer. La otra es una línea del tiempo en blanco y negro. Es una visión más objetiva de su historia desde la perspectiva de un personaje diferente».

Como Ícaro, quien voló demasiado cerca del sol con alas de cera y cayó a la Tierra, Oppenheimer pecó de ambición al arriesgarse a trabajar en un proyecto científico de tal índole. Su caída en la vida pública tras ser acusado de deslealtad puede relacionarse con la idea de un vuelo audaz que termina con consecuencias desastrosas.

Conclusión

Oppenheimer es una invitación a la autocrítica y a la reflexión sobre la capacidad humana de destruirse a sí misma. Cuando el protagonista decía «y ahora he devenido muerte. Soy el destructor de mundos», sabía a la perfección que la creación de la bomba atómica resultaría en una reacción en cadena, no física, sino de dilemas humanos.

Si bien el lanzamiento de Hiroshima y Nagasaki fue el fin oficial de la Segunda Guerra Mundial, también fue el comienzo de una guerra nuclear, silenciosa y de crispación: la Guerra Fría. ¿Hasta qué punto podíamos haberlo evitado? ¿Era evidente que el propósito final de la bomba atómica sería la muerte de incontables víctimas y no el establecimiento de la paz? ¿Era la bomba atómica la única vía para la paz o el detonante de nuestra propia destrucción?

En la escena final se presencia una conversación íntima entre Oppenheimer y Einstein en la que debatían sobre una reacción en cadena física al estallar la bomba. Existía dentro del protagonista el miedo y la incertidumbre de tal posible escenario; de que la atmósfera comenzara a arder y el mundo se destruyera por completo. Y fue él mismo quien se dio cuenta de que iba a suceder: cuando las bombas de Hiroshima y Nagasaki estallaron, una reacción en cadena humana despertó. El mundo ya conocía el arma que sería capaz de aniquilarlo y había comenzado la lucha por fabricarla. Ya nadie estaba a salvo. Solo bastaba un botón para pulsar, lanzar, detonar y matar.

En definitiva, la conclusión que podemos sacar después del visionado de esta película es que es una obra digna de admirar para cualquier persona interesada en una experiencia llena de emociones, dilemas existenciales, reflexiva y apasionante. Una obra maestra creada a través de las elecciones, acciones y experiencias que conforman la vida de Robert Oppenheimer.

La reseña y crítica está escrita en colaboración con Lorena Rodríguez