Greg Ellis, protagonista del segundo día de la FIMUCITÉ Film Scoring Academy, es un alabado percusionista con un estilo propio definido, colaborador en la posproducción de diversas bandas sonoras de obras cinematográficas como Argo (2012), The Matrix (2003), Iron Man (2008) o 300 (2007). El taller, dedicado a la percusión acústica en las partituras de cine y videojuegos, fue una sesión práctica en inglés en la que destacó la originalidad y creatividad de la música orgánica, en contraposición a los denominados samples o loops. La intérprete encargada de traducir sus palabras fue Sara López, quien dará una masterclass hoy miércoles, 12 de julio, sobre la creación sonora en directo.
El artista comenzó su carrera musical como baterista en una banda de Rock and Roll, en la que estuvo quince años. Sin embargo, un día escuchó el sonido de unos tambores bereberes y le afectó tanto que ese momento se convirtió en un punto de inflexión en su trayectoria profesional. A partir de ahí, comenzó a coleccionar instrumentos de percusión, de diversos países como India, Nepal, Indonesia o Brasil, y a aprender a tocarlos de manera autodidacta.
«Cada instrumento que toco tiene su propia identidad»
La música orgánica es fundamental para Ellis, ya que eleva las partituras, genera expectación y penetra en el cuerpo; algo que la música electrónica, según el percusionista, nunca será capaz de conseguir. Los instrumentos tienen un carácter propio cada vez que los toca y le permiten descubrir nuevos sonidos y registros. En cambio, los samples, muestras de sonidos grabada para reutilizarlas como instrumentos, y los loops, uno o varios samples reproducidos en bucle, son más rígidos y no ahondan tanto en la pieza. Además, su estilo orgánico se diferencia por la espontaneidad a la hora de tocar, la gran colección de instrumentos que posee y la habilidad de combinar capas de sonidos que evoquen emociones.
Argo
El percusionista mostró sus diversas obras en el taller, enseñando al público cómo había logrado el resultado final de algunas bandas sonoras de éxito, como es el caso de Argo, una de sus favoritas. La película, ambientada en Irán, contaba con el característico sonido de Ellis que llevaba a la vida la partitura de Alexandre Desplat. «Alexandre es uno de los pocos compositores que cuenta con dinero suficiente para pagar a las orquestas directamente. Pasamos tres días en el estudio de Capital Records solo grabando percusión», explica el artista. En la actualidad, los compositores tienen que pagarlo todo, pero no se ven recompensados realmente debido al coste de los gastos.
«Cuando trabajas con personas a ese nivel, te piden que hagas lo que quieras y lo que sientes, y eso es una experiencia increíble», agradece Ellis al hablar de su compañero. Dentro de la pieza para Argo, existen alrededor de veinte capas de sonido, ofreciendo al oyente una experiencia de tensión que penetra en su cuerpo. Parte de escoger estos sonidos es obra del percusionista, pero él recalca que todo es gracias a Alexandre, que es quien le dio la libertad.
Iron Man
En cuanto a la obra del Universo Cinematográfico de Marvel, el intérprete nunca había trabajado o conocido a Ramin Djawadi, compositor de la banda sonora. Sin embargo, y a pesar de las dificultades, confió plenamente en Ellis. A falta de tres días para entregar la partitura final, el compositor contactó con él para la sesión de grabación de percusión: «No me dijo casi nada del filme porque no podía. Tan solo me comentó que algunas partes serían en América y otras en Afganistán».
Realizó el trabajo usando los mismos instrumentos que en Argo, que consigue en sus países de origen (y a los que se refiere como «sus hijos»). Gracias a su uso, transmitían a la obra urgencia, tensión y lograba conectar los latidos del corazón con la música. «Hay que intentar ir más allá de lo ordinario, sobre todo cuando trabajas como compositor», destaca el artista.
The Matrix
La característica inicial de la música de esta película es la electrónica, algo que se opone al estilo de Ellis por completo. No obstante, el percusionista logra realizar la obra debido a que la ve como el propio filme: «Está ahí, puedes usarla, pero no es real». Toda la historia se basa en que este mundo está interconectado, así que la banda sonora mezcla esa electrónica con lo orgánico, el mundo real enfrentado a la ficción. «Uno de los instrumentos que usé para la partitura se llama udu, de origen africano, y tuvo un gran triunfo», explica con orgullo al hablar de su instrumento favorito, contando con diez de ellos en su casa. Lo único electrónico que añade en la pieza es el bombo que se llega a apreciar.
«Los mejores compositores son quienes dan más libertad a los intérpretes»
Greg Ellis es consciente de que sus instrumentos nunca suenan ni vibran igual, y es justo eso lo que lo define como un percusionista orgánico y hace que su música sea única. En sus diversos proyectos, ha colaborado con compositores que le han permitido profundizar en los sonidos y tocar según lo sentía. Entre risas, el artista cuenta una anécdota con un productor para el que compuso: «Él escribía las partituras de manera muy meticulosa y me detallaba las diferentes texturas que quería que abordaba, como los tambores, metales, platillos o las maracas. Cuando conoció mi forma de trabajar, en las siguientes partituras tan solo escribía «sé lo más Greg posible». Al final eso es motivante para mí y considero que los mejores compositores son quienes dan más libertad a los intérpretes».
El percusionista remarca la importancia de que exista una relación entre intérprete e instrumentos. Según Ellis, quienes trabajan con la música electrónica están obsesionados con controlar los sonidos. Sin embargo, para él se trata de la idea de explorar nuevos ritmos. Asegura que está «fascinado por los ritmos» y que lo que puede aportar como percusionista es toda la energía que pone en la creación de música.
«Hay una belleza inherente en cada uno de nosotros, lo sé gracias a la percusión»
Una de sus grandes experiencias, recuerda el artista, fue su viaje a la India para aprender más sobre los instrumentos del país y sus cuidados, sobre todo de los nagaras, ya que cuentan con una duración concreta. Estuvo diez días aprendiendo de un maestro «viviente y bruto del nagara», Nathu Lal Solanky, quien consideraba al principio a Ellis un aprendiz. A pesar del poco tiempo que pasaron juntos, lo siente tan cercano a él como un hermano. «Estos instrumentos cambiaron mi vida, y se puede ver. El sentimiento de cercanía que se genera no se puede replicar de otra forma. Otro lugar del mundo se convirtió en mi hogar», explica emocionado.
Fascinado con el ritmo, el percusionista percibe que, cada vez que se sienta a tocar, aparece una nueva combinación que hace que su originalidad fluya. Siempre se encuentra viajando, conociendo nuevas personas, encontrando nuevos instrumentos y formas de tocar que la academia no le podría enseñar. «He descubierto que hay una belleza inherente en cada uno de nosotros, y eso lo sé gracias a la percusión», sentencia Greg Ellis.
La crónica está escrita en colaboración con Nieves Santana