El surrealismo es un movimiento artístico que siempre me ha fascinado. Principalmente, porque se trata del reflejo de una realidad de ensueño, aquella que solo podemos ver cuando vamos a dormir, a pesar de que no tenga sentido cuando nos despertemos.
«Un perro andaluz» es una película dirigida por Luis Buñuel de este mismo movimiento que se ha analizado y criticado desde su estreno en 1929. Escrita en colaboración con Salvador Dalí, el artista se encuentra muy reflejado en ella debido a su estilo y aportaciones en el guion. En varias de las escenas hay muchas metáforas de diversos temas de relevancia, y uno de ellos es la multitud de hormigas, siempre presentes en las pinturas y en el pensamiento de Dalí. Desde el punto de vista artístico, hacen referencia a la muerte y a la descomposición de los cuerpos, y nos recuerdan la mortalidad de la humanidad. También varios historiadores del arte explican que representan el deseo sexual.
A medida que la película va avanzando se nos enseñan imágenes bizarras y que, muchas veces, pueden incluso no tener sentido. Sin embargo, para poder entenderlas hace falta un ejercicio artístico de comprender a Dalí y sus metáforas, al igual que a Buñuel y su elección de planos y escenas. El filme requiere de nosotros, como espectadores, que dejemos de lado el sentido más literal de cada acción en cada escena, porque no tienen coherencia. Esta película no está hecha para ser vista o comprendida. Está hecha para hacerte pensar sobre la humanidad, nuestras inquietudes y nuestros más profundos miedos.

Una de las secuencias más impactantes se encuentra al inicio, en la que se muestra un hombre que corta el ojo de una mujer con una especie de cuchillo. Buñuel logra, solo con un primer plano y una cámara estática, que nos revolvamos en nuestros asientos o que apartemos la mirada de la pantalla. Es una escena desagradable, pero su significado no puede ser más bello: cegar la mirada exterior y abrir la interna. Nos fijamos tanto en los demás que olvidamos realizar introspección y juzgarnos a nosotros mismos.
Otra escena que puede llegar a pasar desapercibida, pero que está perfectamente hecha y calculada, es en la que el protagonista es regañado y puesto contra la pared. Esta es una metáfora de la vida de los estudiantes en las residencias universitarias de ese entonces. Buñuel, Dalí y Federico García Lorca fueron compañeros en dichos edificios, y el filme denuncia el castigo por pensar de forma diferente. Las hormigas vuelven a aparecer en escena, connotando el miedo a no cumplir sus sueños o sus expectativas por un sistema que no logra comprenderlos. Al fin y al cabo, son surrealistas. No se ajustan a esta realidad.
Esta obra sigue siendo muy relevante en la actualidad. Es una crítica cruda y rauda, y debe examinarse desde los ojos de un artista. Desde que comienza hasta que finaliza debemos cederle a Buñuel ese poder para que nos dejemos seducir. Debemos apartarnos de la mirada exterior, cortarla y eliminarla, para examinar con otros ojos distintos el poder del arte surrealista en movimiento.