Rocky, respeto y voluntad

Charlas de Cine y Multicines Tenerife hicieron posible la proyección de Rocky (John G. Avildsen, 1977) el pasado 11 de mayo, lo que permitió que pudiera verla por primera vez en pantalla grande. Es difícil hablar de un film tan curioso como este. Durante la charla comentaron como Sylvester Stallone pasó por todo un calvario para que una productora tomara su guión y rodaran Rocky y de todas las negativas que recibió para encarnar a su protagonista.

Esto último es algo palpable en la evolución del personaje, en su interpretación. A pesar de la más que notoria dificultad del neoyorkino para expresar determinadas emociones, se puede vivir ciertos momentos de la misma manera que lo hace el actor. Por ejemplo, en escenas como la discusión que tiene con Mickey Goldmill, interpretado por Burgess Meredith, en pleno gimnasio o las escaleras del rellano de su pequeño piso de Philadelphia, e incluso, las broncas con el ebrio Paulie Pennino, al que le da vida Burt Young. Rocky pelea por honra, por orgullo, por algo que evidentemente es primordial para él y ama de una manera innata, tanto como Stallone esta historia.

Pero esa torpeza interpretativa de Stallone afianza la imagen de un tipo patoso en sus relaciones sociales y a la hora de abrir esa enorme boca, característica de la expresividad del actor. Un muchacho con evidentes carencias emocionales que abrazan a todos los personajes que lo rodean, como ese respeto incomprensible hacia el mafioso Tony Gazzo como si de una figura paterna se tratase.

Simultáneamente, Rocky se regocija en la vida de Paulie dejando a este en una especie de hermano mayor irresponsable del que se preocupa constantemente, recomendándole que mantenga su trabajo en el matadero y defendiendo a la hermana del mismo de las críticas de este.

'Rocky Balboa' (1977)

Ahora bien, donde se ve más evidente este tema es en su relación con Adriana Pennino, encarnada por Talia Shire en una actuación increíble. Es una persona cohibida, tímida e introvertida, justamente lo que hace que a Rocky se le atragante más la interacción con la misma. Al contrario que con los secundarios anteriores, Adriana no posee las dotes sociales para que el diálogo con alguien tan tosco como Balboa pueda ir fluido. Y, a pesar de que en cierto momento, convierten la relación en el mayor tópico de Hollywood, por instantes te crees a esta pareja como si fuese real y es precisamente por la interpretación tan curiosa y amoldada de Stallone.

Todo esto pretende reforzar una lección, que personalmente carece de valor por cómo se desaprovecha la contraparte de Rocky, Apollo Creed, que es la humildad. La cinta derrocha al mismo convirtiéndolo en el típico triunfador fanfarrón que no sabe controlar su soberbia hasta el punto de menospreciar a su rival, algo que no cuadra con el valor más importante del boxeo. El actual campeón nacional de peso Gallo, Jacob “Caco” Barreto”, en la posterior charla a la película, definió con una sola palabra ‘respeto’ lo que es para él el boxeo. En alguien experimentado como lo es Apollo, me resulta incongruente esa manera de subestimar a un oponente.

Sin embargo, lo más curioso del largometraje es su engrandecimiento del sueño americano, del que parece burlarse en cierto grado, pero luego acaba enalteciendo. Este embellecimiento fue el aspecto que la convirtió en la ganadora a la mejor película en la 49.ª ceremonia de entrega de los Premios Oscar (1976), en contraposición a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), cinta superior en todos los aspectos, donde Scorsese tira abajo la fantasía estadounidense.

'Rocky Balboa' (1977)