Con el reciente estreno de El Grinch (Yarrow Cheney y Scott Mosier, 2018), la nueva adaptación animada de la famosa película navideña con el mismo nombre El Grinch (Ron Howard, 2000), no podemos olvidarnos de su predecesora. También conocida por ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, hace 18 años, este filme marcó nuestras festividades gracias a la directiva de Ron Howard y la chispa de Jim Carrey. A pesar de recibir diversas críticas en su estreno, fue durante cuatro semanas la película más vista en Estados Unidos.
Puede que en la infancia a muchas nos diera miedo este señor verde tan extraño… Pero, vamos a ser sinceras, ¿quién no se identifica con él ahora que hemos crecido? Gruñón y cansado del mundo, con la única amistad de su perro Max, que tanto amamos por su lealtad y su hocico con enorme expresividad/personalidad. El Grinch nos representa en este mes repleto de luces y supuestas buenas intenciones con los demás.
El pueblo de Villaquién, cargado hasta los topes del sentido navideño, recuerda lo horrible que se hace todos los años cuando las luces y los puestos de dulces se ponen cada vez más temprano. Sus habitantes, los Quién, se asemejan a todas esas personas que llenan los centros y calles comerciales y te impiden dar una vuelta con tranquilidad. Así que, ¿qué importa ganarse el título de Grinch cada Navidad por tus amistades y familia?

Talla arriba o talla abajo de corazón
Pero tampoco nos podemos quedar en esto, porque hay que admitir que este villano tiene sus razones y, a lo largo de la película, se hace querer de manera inigualable. Aunque presume de disfrutar de su soledad, no puede ocultar que le encantaría contar con alguien y ese sentimiento, en algún momento, sabemos lo que significa. Además, la ternura y ganas de abrazarlo son increíbles al ver su historia del colegio y las verdaderas ganas de hacer algo bueno, pisadas por la maldad de los que seguirían siendo en un futuro sus enemigos, entre ellos y como principal el alcalde. Es todo empatía. Como la que podemos sentir al verlo dudar de que se pondrá para la ceremonia donde es invitado especial, empatía que no podemos sentir con Carrie en Sexo en Nueva York (Michael Patrick King, 2008) por su inmenso armario.
Este filme supuso el primer gran papel de Taylor Momsen como Cindy Lou. Esta niñita, como la llama el Grinch, simboliza la consciencia y cuestión de por qué tanta parafernalia en esta fiesta. Asimismo, plantea una bonita reflexión sobre si las Navidades han cambiado o es ella que ha crecido.
Cindy, junto al protagonista, realizan una crítica de la codicia e importancia que se le da a lo valioso de los regalos. La pureza de la pequeña y su unión con la excentricidad de nuestro personaje verde son un punto clave del largometraje. La moraleja culmina al final, pues talla arriba o talla abajo de corazón, el saber que los seres queridos son más cruciales que las compras se aprende igual en esta época.
¿Cómo no querer a un personaje tan carismático y con el que llegamos a sentirnos tan identificadas? El Grinch es un clásico que no falta en nuestra visualización navideña, como no falla el All I Want For Christmas Is You de Mariah Carey en nuestra playlist. Se han convertido en tradiciones junto a los polvorones y los turrones.
