El pasado miércoles 17 de octubre pudo degustarse en Multicines Tenerife el plato fuerte del ciclo organizado por Charlas de Cine, consagrado en esta ocasión a uno de los mejores actores que el cine norteamericano ha proyectado internacionalmente: Jack Nicholson. El debate posterior estaría compuesto por expertos en cinematografía y en profesionales de los trastornos mentales. Así presentó Patricia Villena, de la asociación Afes Salud Mental, la oscarizada Alguien voló sobre el nido del cuco (Milos Forman, 1975), un referente del realismo hollywoodiense más duro de la década.
La película narra la historia de Randle McMurphy, un indómito Jack Nicholson incapaz de permanecer en la cárcel ni estar fuera de ella. Por esta razón es trasladado a un hospital psiquiátrico, donde conocerá los casos de hombres como él que han perdido la cabeza. La dura disciplina, sumada al maltrato que recibe de la enfermera y el resto de los sanitarios, refleja la dura realidad de los manicomios, que acaba sacando de sus cabales a un hombre que lo único que desea es ser libre.
Davinia Fumero, incapaz de enfrentarse al filme en pantalla grande, confesó haberlo visto unos días antes del debate. Su voz era la de una persona que destilaba experiencia: ella misma había sufrido el mal trago de pasar por el Hospital Universitario de Canarias como paciente. Por eso, cuando apostilló “las contenciones mecánicas y la ‘terapia’ de electroshock son métodos que se siguen practicando con frecuencia”, el silencio se apoderó de la sala. La psicóloga clínica Esther Sanz, que representaba la realidad de los centros psiquiátricos desde el lado profesional, respaldó cada una de sus palabras.
“La electroconvulsión se sigue empleando como un método de contención”
“Del mismo modo que la enfermera de la película practica una especie de neofascismo”, continuó Fumero, “a menudo los psiquiatras tienden a una actitud condescendiente, de superioridad”. Como consecuencia, durante los más de veinte días que permaneció ingresada, se vio obligada a adoptar un talante “sumiso”. “Hay que pasar por el aro”, sintetizó. El testimonio de Esther Sanz no hizo sino reforzar sus declaraciones: “En efecto, el paciente que claudica, el que menos se opone a la coerción, es el que tiene más posibilidades de salir”.
Siguiendo en esta misma línea, Sanz confirmó que la falta de personal solo empeora los servicios y crea un ambiente de desesperanza entre los pacientes. “Ojalá pudiera decir que ha habido un avance total y maravilloso con respecto a lo que refleja el filme, pero no es así”, manifestó. Asimismo, subrayó la necesidad de adquirir dotaciones mayores para este tipo de sectores: “Yo sola me encargo de cuatro plantas, con 24 camas cada una”, reveló.
Para escapar del sensacionalismo, la experta aseguró que cada vez hay más equipos que trabajan desde la horizontalidad y que tienen muy en cuenta el bienestar del paciente. “Hasta ahora ha existido una industria farmacéutica que nos ofrecía una información sesgada, pero cada vez es más habitual encontrarse con profesionales disidentes a sus dogmas”, apuntó. También agregó: “Me quedo siempre con el canto a la vida, la solidaridad y la valentía que se desprenden de la cinta”.
Libertad y LSD
Por su parte, el novelista y ganador del premio Minotauro, Víctor Conde, confesó ser fan incondicional de esta película. En gran medida por el “excelente trabajo de dirección que ejecuta Forman”, quien repetiría su rotundo éxito en los Óscar algunos años más tarde con Amadeus. “No es una cinta que destaque por sus juegos de cámara como ocurre con Steven Spielberg, pero sí por su genial dirección de actores”, explicó. En sus palabras, “los actores son los colores con los que el director pinta su obra”. Tanto es así, que muchos de los intérpretes serían encasillados por el resto de su carrera en papeles de maníacos o personajes inestables.
Alejándose del discurso de sus compañeras de debate, Conde afirmó que no se trataba de una película sobre salud mental. En su opinión, “la historia podría haber sido ambientada en cualquier otro lugar, porque en realidad versa sobre la lucha en contra del poder hegemónico establecido”. El reconocido autor añadió que “existen dos tipos de películas: unas en las que no es necesario conocer la vida del autor y otras en las que es un requisito indispensable para poder entender la trama al completo”. Alguien voló sobre el nido del cuco se encuentra entre las del segundo tipo.
De este modo, se puso de manifiesto que el largometraje no está basado en el libro, sino en la obra de teatro. El guionista se gastó la mayor parte del dinero que recaudó en financiar un viaje en autobús escolar con un grupo de amigos, “cargados de ácido hasta las orejas”. Ellos representaban la contracultura norteamericana de los 60 y lo único que pretendían era luchar contra el sistema con un arma que ellos denominaban espontaneidad psicodélica. En román paladino, es una forma de combatir el establishment, ese viejo y rancio Estados Unidos repleto de ideas conservadoras y valores religiosos opresores. Este viaje surrealista que realizó Ken Kesey junto a sus colegas se recoge en el libro Gaseosa de ácido eléctrico, de Tom Wolfe.
El cine como espacio divulgativo
Pese a que Fumero se vio reflejada en algunas escenas, como en la que reparten la medicación sin explicar cuál es el propósito o los efectos secundarios, sostuvo que “los pacientes de la película son casi una caricatura” con los que no se sentía identificada. Como contrapunto, aplaudió el rol que ejerce el personaje de Nicholson, que supone un “soplo de aire fresco que insufla ese espíritu al resto”. En la postura contraria, Víctor Conde matizó que la obra de Forman no tiene porqué ser fidedigna, ya que no se trata de un documental sino de un “producto artístico que pretende transmitir emociones a través de metáforas”.
Para concluir, Davinia Fumero reivindicó un acto de activismo para normalizar y dejar de marginalizar a los pacientes con trastornos mentales. “Solo así podrán ser integrados verdaderamente en la sociedad”, advirtió. La respuesta del público fue unánime: una ovación que mostraba el interés y el compromiso por este tipo de temas. Según convino Vanesa Bocanegra, que también estuvo presente en la tertulia, es un claro ejemplo de la “labor divulgativa del cine”, que ayuda a conectar a la gente con asuntos que tradicionalmente se consideran tabú.