Cuando llega la década de los 60, el cine de estudio se empieza a desmoronar. Los actores y directores ya no están dispuestos a firmar contratos de larga duración; ahora todos quieren producir sus propias películas. Por esta razón, los productores comienzan a recelar de ciertos géneros que requieren de grandes inversiones y que poco a poco van ocupando posiciones menores en la recaudación en taquilla. Así pues, a partir de mediados de siglo es mucho menor el número de musicales originales que salen a la luz y, en su lugar, las adaptaciones de Broadway ganan protagonismo. Este es el caso de West Side Story.
Mientras que sobre las tablas esta versión moderna de Romeo y Julieta se disponía un decorado muy minimalista (apenas un par de escaleras móviles), cuando se recrea en la gran pantalla se produce un giro de los acontecimientos. “En el cine de esta década”, explica Rosendo González, “lo que prima es que se vea el dinero que se ha invertido en la película”. Así, el uso del color y el vestuario, las numerosas panorámicas, la orquestación y los excelentes números musicales están dispuestos a la perfección para dejar estupefacto al espectador. West Side Story es una historia de amor sin barreras que tuvo un éxito rotundo de crítica y público en su época. Al fin y al cabo, diez premios Óscar no están mal para un musical inspirado en una obra teatral que, según González, jamás logró el Tony.
En el debate posterior a la película, el profesor de Cine de la ULL Gonzalo Pavés rompió el hielo con un defecto que nadie le pude negar: “Escoger a Richard Beymer como protagonista tuvo una consecuencia fatal para el conjunto del elenco”. Más allá de este fallo de reparto, explicó que imagen, diálogo y música habían surgido de forma simultánea y progresiva. “Esto ayuda a que cada uno de los números sea memorable”, asegura.
El musical que se atreve con la denuncia social
En su opinión, West Side Story marcó un punto de inflexión en el musical. También agregó: “El uso de la música en las películas ya no significa necesariamente un final feliz, no implica evasión o escapismo”. Ahora, el musical adquiere la seriedad de cualquier otro género y se atreve con la crítica social; “La cinta refleja el racismo de Estados Unidos de un modo que se puede extrapolar perfectamente a nuestros días”.
Pavés expresó que el enfrentamiento entre Jets (inmigrantes europeos) contra Sharks (inmigrantes puertorriqueños) pone de manifiesto el conflicto norteamericano que desplaza hacia la marginalidad social a las minorías. Así, la película reflexiona sobre cuáles son las causas que inducen a un joven a introducirse en el mundo del crimen e indaga en el porqué de esa pugna continua entre migrantes de distinta generación.
El abogado Manuel González, para argumentar su atemporalidad expuso que “en Francia se reestrenó una y otra vez hasta el punto de que estuvo cinco años en cartel”. Explicó, además, que los números musicales no interrumpen la escena, sino que son una extensión de los pensamientos de los personajes. Confesó, asimismo, que no podía ser objetivo con el filme, pues para él era demoledor desde el punto de vista emocional. Finalmente, tildó de “valiente” la adaptación del libreto, ya que Robert Wise lo reinterpreta sin irse por la vía fácil de lo literal. El ponente también estuvo de acuerdo con Álex Medina en celebrar la crítica al sistema penitenciario, en especial a la jurisdicción del menor, de uno de los números musicales más memorables del largo.
Próximamente, dos nuevas versiones
Por otra parte, Medina apuntó que el filme estuvo planteado desde el principio como una película taquillera, “por eso está tan bien facturado y cuenta con un montaje exquisito”. Además, aplaudió que la trama se desarrollara en las calles de Nueva York, donde fue rodada la película. “No hay mejor escenario, la Gran Manzana no es comparable con ningún estudio cinematográfico”, aseveró. Bajo su punto de vista, la magia del musical consiste en relatar historias sórdidas sin la necesidad de recurrir a la seriedad de géneros puros, como el drama. Expuso, de este modo, que “la violencia se contrarresta con el baile”. Finalmente, quiso reivindicar la figura del director Robert Wise, que demostró su talento en una amplia gama de géneros que abarcan la ciencia ficción, la acción y el cine bélico.
Rosendo González quiso enfatizar la fuerza de los bailes, que recuerdan a las grandes coreografías de los años 30, ya que en realidad “inicialmente estaba pensada como una ópera”. Para cerrar el debate, un vistazo a lo que nos depara el futuro: “Spielberg prepara una nueva versión para 2020 y en Broadway, durante la próxima temporada, se reestrenará por primera vez con nuevos bailes y escenografía”. Esto demuestra su vigencia.