Antes de que comiencen los títulos de crédito, dos cinéfilos del fondo de la sala dan un repaso exhaustivo a todo el repertorio musical del cine del siglo XX. Ambos charlan e intercambian opiniones en una conversación apacible y superflua pero que, en el fondo, representa un ritual casi sagrado para los amantes del séptimo arte. Así, por toda la sala se reproducen focos de debate del mismo estilo, corros de personas de todas las edades que comparten sus ideas entre susurros. Cuando las luces se apagan, no obstante, el silencio se apodera de la sala.
Siete novias para siete hermanos (1954), el primer gran musical dirigido en solitario por Stanley Donen tras Cantando bajo la lluvia (1952), es una de las películas más entrañables de los años 50. En palabras de Rosendo González, la principal proeza del cineasta consiste en reunir un elenco femenino de bailarinas profesionales, una hazaña que se le resistió en el reparto masculino. Logró, no obstante, camuflar esta vicisitud disimulando los defectos de los más inexpertos en números musicales perfectamente integrados.
«El musical es un engaño, hay que saberlo para poder disfrutar»
Fernando Iturrate, profesor universitario y experto en Historia del cine, reconoció que hacía más de una década que no veía la película. “Pese a lo cursi que es”, reconoció, “vuelvo a caer rendido ante ella”. Más allá de celebrar el onirismo propio de los grandes musicales del Hollywood de mediados de siglo, Iturrate también hizo hincapié en la belleza de las transiciones que, en su opinión, hoy en día escatiman; “En el cine moderno solucionan todo con un corte directo”, denunció.
Desde su primera intervención, Juan Antonio Ribas lo tuvo claro: “Me costará mucho ser objetivo con este filme, porque forma parte de mi pasado y surte un efecto innato en mí”. Partiendo de esta confesión, Ribas procedió a comentar que el carácter de Milly, la protagonista, refleja una historia de “empoderamiento femenino”. “Hay que tener en cuenta”, continuó, “que la cinta data de mediados del siglo XX y la trama se remonta a 1850”. Asimismo, expuso que la simplicidad de la comedia musical y su tono jovial permitía licencias del tipo del secuestro de las protagonistas, al estilo del rapto de las Sabinas. “La película es inocente hasta el punto de que tanto el decorado como el vestuario son bastante rudimentarios e inverosímiles”, explicó. Añadió después: “Desde el primer momento el espectador debe ser consciente de ese engaño para poder disfrutar del filme”.
La versión que acababa de ser proyectada, aclaró Ribas, era la última edición disponible en blu-ray, que no había sido editada aún en España. Charlas de Cine, por tanto, nos brindó una oportunidad única para disfrutar de las magníficas coreografías de Siete novias para siete hermanos en la mejor calidad posible. Los bailes están tan bien montados, bajo su punto de vista, que el espectador apenas percibe que uno de los hermanos, Ben, prácticamente no participa activamente en ningún número musical. Para concluir confesó: “Me transmite tanta positividad que quería cantar desde la butaca”.
«Este es el último gran musical original para el cine»
Retomando la palabra, Rosendo González afirmó que se trataba del musical “más osado de la Historia” y en el que las letras cuentan con un “doble sentido”. Según sus propias palabras, Brigadoon (Minnelli, 1954) era la gran apuesta de aquel año, sin embargo, Siete novias para siete hermanos fue la que recaudó mayor taquilla y la que mejor ha envejecido. También comentó que Donen pretendía usar exteriores y rodar a lo largo de todo un año, pero los productores no cedieron por cuestiones económicas y de seguridad de los bailarines. Por otra parte, aseveró que se trataba de “uno de los últimos musicales diseñados exclusivamente para el cine”, puesto que a partir de ese momento el género comenzó a adaptar obras de teatro. “Se podría decir que Disney fue la única productora que siguió apostando por musicales originales para la gran pantalla”.
“Las mujeres son las que toman las decisiones en la película”, defendió por su parte Sagri Hernández. La protagonista, que se niega a ser una esclava, es el reflejo de una película que, aún siendo machista, “cuenta con ciertos tintes feministas”. Reconoció, no obstante, que este tipo de filmes no pueden ser analizados desde la perspectiva de un ciudadano del siglo XXI. “Debemos usar este largo para abrir nuevos foros de debate, pero no para penalizarla, porque el mérito cinematográfico está ahí”. Sin embargo, entre el público los ánimos se crisparon: no aceptaron esta premisa ni aceptaron el reto de escapar del relativismo cultural.