En 1982 Dustin Hoffman afrontaba uno de los personajes más importantes de su carrera, el de Dorothy Michaels, una actriz poco agraciada y defensora de los derechos de la mujer, en la película «Tootsie», de Sidney Pollack. Mitad sátira televisiva, mitad comedia de enredos, «Tootsie» se sostiene casi exclusivamente en los hombros -u hombreras, dependiendo de a quién este interpretando en ese momento- de Hoffman, y en la notable réplica de Jessica Lange (monumental actriz en boga en nuestros días por su papel recurrente en «American Horror Story»). Pollack, uno de los directores salidos de la hornada de «currantes» de la pequeña pantalla en los años sesenta, realizó aquí uno de sus trabajos más reconocidos, y además se reservo para sí mismo el papel del agente del actor conflictivo al que encarna Hoffman. Se da la curiosidad de que Pollack había tenido serios problemas de comunicación con un actor del método como Al Pacino en la olvidada (aunque rescatable) “Un instante, una vida» (1977), pero parece que con Hoffman todo fue un camino de rosas. Aún y con todo, a pesar de la nominación al Oscar para el protagonista de “Marathon Man» (John Schlesinger, 1976), y de las otras nueve nominaciones que recibió el film, ni Pollack ni Hoffman volvieron a colaborar juntos.
La trama tiene lugar cuando un actor en paro, Michael Dorsey (Hoffman), cuyo mayor mérito fue ser despedido de un anuncio de hortalizas, inventa un personaje ficticio para un cutre serial de televisión, parodia nada disimulada de «Hospital General». El personaje de Dorothy, una mujer de armas tomar que pondrá al Hospital patas arriba, llega a calar tan hondo en los espectadores que acaba engullendo a Dorsey, quien intenta por todos los medios buscar la manera de deshacerse de Dorothy, algo que acaba empeorando drásticamente cuando se enamora de su compañera de reparto (Lange), al mismo tiempo que debe huir de las garras de un antiguo galán de televisión venido a menos (George Gaynes) y del padre de la mujer que pretende (Charles Durning).
Estamos ante un film que fue todo un hito en su momento, una ácida comedia con momentos inolvidables, la gran mayoría a cargo de la “creación” del personaje de Dorothy Michaels. Una especie de “chica de oro” que Hoffman interpreta de forma magistral, logrando que el espectador acabe olvidándose de que es un hombre disfrazado cutremente de mujer mayor. El film, además de para crear una nueva fiebre de actores travestidos, que llegó hasta los años noventa («Victor o Victoria», «El mundo según Garp», «Señora Doubtfire»), y que tuvo su punto de máxima vergüenza pública con la inefable “Esta abuela es un peligro» (Raja Gosnell), sirvió además para ver los inicios delante de las cámaras de Geena Davis, siendo aún hoy la mejor de todas ellas la cinta que hoy nos ocupa. Una hábil mezcla de parodia televisiva y ácida mirada al oficio del actor. Una película hecha para perdurar.