Bajo la luz azul de la luna somos todos iguales. «Moonlight» recorre lo más natural y gris del ser humano para ponerle rostro a Chiron (Ashton Sanders), su protagonista. El filme cuenta con tres capítulos: la infancia, adolescencia y edad adulta de su protagonista. Con una narrativa llena de silencios y un lenguaje delicado se logra recoger el testimonio de las relaciones disfuncionales, las drogas, los conflictos raciales o la homosexualidad. Las lenguas desatadas de una gente atrapada en un binomio de colores dan luz y vida a un colectivo invisibilizado, a familias reales.
La narración no solo discurre, sino que se detiene. Algunas instantáneas se ven a través de los ojos de Chiron; su banda sonora se solapa e intensifica la sensación de inmersión. Sin embargo, la secuencia se torna lenta y densa, la emocionalidad de un crío que se está descubriendo en un entorno desestructurado con la ayuda de Juan (Mahershala Ali) puede aburrir al espectador. Pero es esencial. La experiencia es vívida y críptica de igual modo. Los colores y los recuerdos se enlazan en los distintos tiempos de la película generando expectación y angustia. Chiron abandona la infancia, es un adolescente en silencio, alguien que pide ayuda.
Con el avance se descubren las tonalidades de alguien que guarda su silencio, cuida de su madre y ha perdido algunas de sus partes. Más allá de alumbrar hacia quienes la sociedad deja de lado, consigue matizar un silencio especial, una soledad singular en este y cualquier otro tiempo, el de la ausencia de una familia. Chiron es negro, gay, y pronto se convertirá en todo un estigma, un narcotraficante tonificado, ausente y frígido. Las imágenes se combinan y parecen antagónicas, pero la esencia del niño bajo la luna azul es la misma, la batalla contra sus peores recuerdos persiste.
«Moonlight» reescribe una historia y pinta un retrato lleno de peculiaridades. El narcotraficante negro homosexual tiene cabida en el cine y, con antecedentes semejantes en «Boy meets girl» (2015) o «Brokeback Mountain» (2005), se levanta el velo. De repente, nace una Luna brillante y clara en la que todos somos iguales, azules y vívidos, con diferencias y heridas abiertas. Si bien es cierto que no ofrece la gran innovación o el riesgo del cine alternativo, lo realmente importante es que hay un sentido crítico y social que expone y desnuda. El prisma de la Luna azul nos hace transparentes.