«Crudo» (Julia Docournau)

“Crudo” es la primera gran película de la directora francesa Julia Docournau, un filme que la ha llevado a ganar alguno de los premios más prestigiosos dentro diferentes festivales: el Premio FIPRESCI en Cannes, Mejor ópera prima en el London Film Festival o 3 premios, incluyendo mejor película europea, en el Festival de Sitges entre ellos.

“Crudo” se ha ganado una reputación dentro del género terror. Son tantas las noticias amarillistas que envuelven su éxito en Sitges que si nos permitimos verla partiendo de esa base puede llegar a convertirse en una auténtica decepción. No obstante, si partimos sin ningún tipo de ideas preconcebidas y nos sumergimos en el mundo de Justine, podemos ver los logros y errores de “Crudo”. Justine (Garance Marillier), una joven de 16 años, vive en una familia donde todos son veterinarios y vegetarianos. Es una estudiante brillante y prometedora, pero al ingresar en la Facultad de Veterinaria descubre un mundo decadente, despiadado y peligrosamente seductor. Durante la primera semana, obsesionada por encajar con sus compañeros de clase, se aleja de los principios que le han inculcado su familia, y come carne cruda por primera vez. Las consecuencias no tardan en llegar, y la joven empezará a desvelar su verdadera naturaleza.

Esta película versa sobre la inmersión de una adolescente en la universidad y su primer contacto con el canibalismo, el sexo, las drogas, las fiestas, la represión y la decepción de una vida académica. Lo que hace a “Crudo” especial es no centrar los 98 minutos de cinta en carne humana, sangre y mucho gore. De hecho, las escenas más cruentas no son las que ponen el vello de punta sino las que muestran la agonía y desesperación de la protagonista al asumir el cambio.

La sutileza en la que Justine se va introduciendo en este estado de salvajismo y todas las situaciones que va viviendo, por ejemplo, su primera experiencia sexual, la presión de ir en contra de lo que sus padres le había inculcado en cuanto a alimentación, o la difícil adaptación a su nueva etapa académica, son pequeñas gotas que llenan un vaso que estalla de forma perspicaz. La fotografía es intachable, los planos detalle son atractivos y sirven para profundizar en la historia y conectar con el personaje principal y su experiencia vital. Uno de los colores más utilizados es el rojo, en muchas escenas donde la sangre no es la protagonista; las luces rojas inundan un pasillo o cubren el rostro de los actores dando paso a una atmósfera tensa y de alarma.

Aún siendo el color rojo el principal, una de las escenas más bellas, estéticamente hablando, es cuando Justine es víctima de las novatadas de sus compañeros de Facultad; después de que le tiren un cubo de pintura azul la llevan a una habitación con un chico al que le han tirado pintura amarilla, la condición es que salgan de allí siendo verdes. El colorido de esta escena es atrevido pero la llena de vida y primor.

“Crudo” tiene también algunos toques o situaciones muy cómicas. Esa comicidad podría deberse a que se dan tras momentos de tensión pero su éxito se debe a que son situaciones muy cotidianas, como la risa de un anciano en la sala de espera en un hospital. El celuloide, como si de una montaña rusa se tratara nos va colocando en la cima durante sus 45 primero minutos, una subida constante. Sin llegar a tener una estrepitosa caída el final es lo más desilusionante sin duda. En ocasiones no es necesario explicar tanto o dar muestras tan claras; desde mi punto de vista, la declaración final del padre de Justine no era necesaria porque rompe con la armonía de detalles y sutilezas que rodean la trama.

Hacía tiempo que no se lanzaba al mercado un filme con esta temática y estas características, considero que su renombre se debe a que ha llegado en el momento adecuado. No entusiasma pero remueve, no tanto como se promete, estómagos. Es una película distinta a las que se producen últimamente, esto es, sorprende y por eso su gloria a pesar de no ser lo que prometen es merecida.