Javier Gutiérrez: » Tener que vivir, comer y convivir al lado de tus propios muertos es muy duro»

Santa Cruz de Tenerife recibió en días pasados el filme «1898.  Los últimos de Filipinas», dentro del Ciclo Gas Natural Fenosa de Cine Itinerante que la citada empresa, junto a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, auspicia por todo el territorio nacional. El gran Teatro Guimerá abrió sus puertas al público tinerfeño, que no solo disfrutó de este drama bélico, nominado 9 veces a los Goya 2017, sino que pudo además compartir con Javier Gutiérrez, actor protagonista de la película, el coloquio y la presentación de la misma.

Gutiérrez, ganador del Goya 2016 por «La isla mínima» en la categoría Mejor Actor Protagonista, y nominado a Mejor Actor de Reparto por «El olivo» este año, se mostró animoso y amable a la hora de atender a la prensa. Estas fueron las cuestiones que respondió para el Aula de Cine de la Universidad de La Laguna:

PREGUNTA: ¿Cómo definiría esta película y su papel?

Javier Gutiérrez: Es una película de guerra, pero también un relato antibelicista; son los últimos coletazos de este periodo español. Mi personaje es un patriota, un soldado que cree firmemente en su país, en su bandera.

A.C: ¿Cree necesario este tipo de largometrajes?

JG: Sí, por supuesto. Las guerras no son necesarias en ningún caso, pero el cine, además de entretener y divertir, de ser ocio, cumple con una función social. El cine es educación, es importante que se relaten hechos históricos tan importantes para la historia de nuestro país.

A.C: En la película, el personaje que interpreta Luis Tosar dice una frase muy significativa: “En la guerra hay 2 tipos de militares: los que quieren medallas y los que quieren volver”. En su opinión, ¿cuál es el caso del sargento Jimeno?

JG: Mi personaje no quiere medallas ni tampoco volver a casa; él quiere vengarse. El sargento Jimeno es un soldado que ha visto cómo han masacrado a sus compañeros y tiene sed de venganza; ésta es su motor. Si tienen que sacarle de allí con los pies por delante, creo que firmaría, pero sabiendo antes que España va a salir de ahí bien parada. Es un patriota.

A.C: Ya ha trabajado en otras producciones en las que interpreta a personajes de otras épocas; sin embargo, ¿qué ha supuesto para usted formar parte de un hecho histórico tan importante para la historia de España?

JG: Bueno, básicamente que es un hecho muy conocido y necesitas más documentación pero independientemente de que sea una película de época o no, los actores siempre nos preparamos en cierta manera igual. Cada uno tiene su propia cocina, ensayos, documentación, diálogo con el director, con el productor… Es bastante concienzudo todo el trabajo antes de grabar.

A.C: El sargento Jimeno es un personaje ficcionado pero necesario para contar la historia. La película tiene varias escenas durísimas. ¿Fue complicado enfrentarlo y preparar el personaje?

JG: Hay que estar concienciado, pero fue bastante duro. Hay una escena en la que me di cuenta, y es cuando estamos en la iglesia y tenemos que enterrar a los propios compañeros en ella. Tener que vivir, comer y convivir al lado de tus propios muertos es muy duro, sobre todo en el aspecto anímico. Como lo fue para estos hombres pelear en esa época, durante todo ese año, y más cuando regresaron a su país y se dieron cuenta de que no tenía sentido.

A.C: ¿Qué tal el rodaje en las Islas Canarias?

JG: Muy bien, placentero, es un lugar maravilloso. Estuvimos en Santa Lucía de Tirajana (Gran Canaria) en un hotel rural y nos trataron excelentemente. A pesar de lo duro y crudo que puede ser un rodaje de estas características, con mucha noche, con mucho calor, muchos actores, figuración y muchos disparos (que no es nada fácil), estamos acostumbrados a ver los rodajes americanos que se extienden durante muchas semanas, y que cuentan con un gran presupuesto. En comparación, esto es casi un rodaje de andar por casa, pero luego el impacto visual que tiene la película es estupendo. Fue una experiencia enriquecedora la que viví aquí esos días.

A.C: Canarias se está convirtiendo en un gran plató de cine. ¿Qué cree que puede ofrecer el archipiélago?

JG: Pues todo o casi todo. Beneficios fiscales, buen clima y gente muy bien preparada. Estáis cada vez más habituados no solo a rodajes pequeños sino a grandes también; acaban de estar aquí Brad Pitt y Marion Cotillard. Y ya no solo Canarias; también está pasando en España en general. En Sevilla está «Juego de Tronos», en Almería,  además, se hacen rodajes muy gordos, con grandes presupuestos, y se está eligiendo el país como gran escenario cinematográfico.

A.C: ¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

JG: Estoy de gira con «El Rey», un espectáculo de teatro sobre la figura del rey emérito Juan Carlos; también estreno en el Festival de Málaga «Plan de fuga», un thriller con Luis Tosar, y, en septiembre, estrenaré «El móvil», de la novela homónima de Javier Cercas.

A.C: ¿Prefiere cine, teatro o televisión?

JG: Me gusta mucho el teatro, yo soy un actor de teatro pero me siento muy cómodo en la televisión y en el cine. Aunque siempre me siento muy a gusto trabajando en buenos proyectos, con buenos directores y directoras.

A.C: ¿Le ha cambiado mucho la vida después del Goya?

JG: No, soy un tipo normal, estoy orgulloso de esta profesión. Hace poco leía un estudio que decía que solo un 8% de las personas que se dedican a esto pueden vivir de su trabajo, y yo estoy dentro de ese porcentaje que puede vivir dignamente de la profesión, aunque eso no quita que mañana deje de sonar el teléfono, porque este trabajo es así. Tiene muchos sinsabores pero a la vez te regala cosas preciosas.

A.C: Esta gala de los Goya no ha sido tan crítica con el Gobierno. Sin embargo, ha declarado alguna vez su desacuerdo con los recortes y presupuestos para el sector. ¿Qué piensa?

JG: No creo que haya sido muy crítica la gala, de hecho ha sido muy blanca. Puede que Dani Rovira sea el que haya podido comentar algo de pasada. En ese sentido, creo que estamos siendo bastante tranquilos con la causa; declaraciones como las de Mariano Rajoy no ayudan. El presidente de un país que dice que no ve cine español, o que no conoce básicamente ninguna película que se haya producido o estrenado este año, me parece lamentable, más allá de que me dedique a esto o a la hostelería, me da igual. Esto en Francia es impensable.

En Francia, desde pequeños, se inculca el valor y el amor por el cine; es una asignatura porque puede educar, y eso es lo que noto que falta aquí. Es un problema de base, hay que desarrollar el amor y el interés por las artes, por la literatura, por el cine; eso nos hace mejores personas, más cultos. Por eso repito que un presidente del Gobierno, que está a la cabeza de los mandatarios, de un país que se jacte públicamente del poco interés que le suscita la cultura cinematográfica, me inquieta y me perturba.

A.C: Le vimos hace poco en la superproducción «Assassin’s Creed». ¿Qué tal la experiencia?

JG: Muy bien, muy bien. Trabajar en una producción de más de doscientos millones es como una triple mortal, y hacerlo al lado de grandes actores como Michael Fassbender o Marion Cotillard, en una producción tan gorda que se va a estrenar mundialmente, y en la que te va a ver tanta gente, es una responsabilidad, pero luego, como actor, se te pone delante de la cámara, escuchas «¡Acción!» y es igual que rodar en España o en cualquier otro sitio. Es cierto que hay una gran responsabilidad al ser una producción tan grande y poder estar al lado de gente tan importante y tan capaz.