“No hacemos películas para niños, contamos historias para nosotros, que somos adultos, tratando de que gusten a los niños”, dijo el animador Peter Docter sobre las producciones de su compañía, Pixar. Cierto es que al pensar en dibujos animados los relacionamos con los niños y que suele ser un género dedicado únicamente a ellos. Pero el contenido de la mayoría de las películas de dibujos animados, ya sean de Pixar, Disney o cualquier otra empresa van dedicados a los adultos. La aventura de vivir la vida, la explicación del trasfondo de la neurociencia y la psicología a través de las emociones y los pensamientos de una niña son tramas que resultan difíciles de explicar a un niño. Pero si cuentas la historia como en «Del revés», utilizando animación digital, colores, personajes fantásticos, consigues captar la atención tanto de niños como de mayores.
Esto ha vuelto a ocurrir con el estreno de “Buscando a Dory” cuyo telonero fue “Piper”, el nuevo corto de Pixar, presentado en cines cumpliendo la tradición antes de la proyección de la película. Entrando en la sala de cine y buscando mi número de asiento me encuentro con una grata sorpresa. La mayoría de los espectadores no eran niños, sino adultos, adolescentes que quisieron rememorar y suplir la nostalgia de su niñez marcada por primeras partes de películas como «Buscando a Nemo». Me resultó agradable el ambiente porque me sentí identificada con cada una de esas personas a las cuales la magia de la animación las envolvió hace un par de años y el verano pasado lo volvió a hacer.
Independientemente de mi opinión sobre la película “Buscando a Dori”, me sorprendió el corto con el que debutó su creador, Alan Barillaro, que recibió mejores críticas y llamó más la atención que la propia secuela. Creo que ninguno de los que estaban en esa sala se esperaban la dosis de ternura y belleza que desprendieron los cinco minutos de este corto que, sin mediar palabra alguna, te saca una sonrisa desde su principio. Los colores cálidos, suaves, el lugar, la música, las onomatopeyas de las olas rompiendo en la orilla y la brisa del mar le aportan una estética visual tan interesante que dota a la historia de una magia muy especial. En esos minutos, podemos ver a un pequeño andarríos (“sandpiper”, en inglés) en la playa junto a su madre intentando conseguir su comida acercándose a la orilla sin que las olas lo atrapen. Finalmente, un cangrejo ermitaño le ayuda a afrontar su miedo al mar.
Detrás de esta historia se puede entrever la moraleja sobre la superación de los miedos mostrando a este pájaro que, después de todas las dificultades, acaba con sus temores y consigue por sí solo, y sin ayuda de su madre, cazar almejas en la playa.
Una vez más, en mi opinión, Pixar lo ha logrado, ha conseguido el objetivo de cualquier cuento antiguo: trasmitir la moraleja, valores, enseñanzas de una manera divertida y atractiva, tanto para niños como para mayores.
https://www.youtube.com/watch?v=U1w_JANPACc&t=71s