«La llegada» (Denis Villeneuve, 2016)

Tantas películas de invasiones del espacio exterior, y tal vez todas esas batallas pudieran haberse impedido intentando, en primer lugar, establecer comunicación con los visitantes. Pues, tal y como afirmó Kofi Annan, “la diplomacia es nuestra primera línea de defensa”. «La llegada» («Arrival») está más emparentada con el cine de ciencia ficción independiente que con aquel que se confecciona en el epicentro de Hollywood, puesto que no hay cabida para batallas intergalácticas, toda la acción se desarrolla principalmente en un único gran escenario, donde una lingüista y un físico intentan entenderse con dos seres alienígenas a través de un gran cristal, y, sobre todo, porque esta no es una película sobre extraterrestres, sino sobre lo que experimenta una mujer al enfrentarse a situaciones que se escapan a la lógica del cerebro humano.arrival

Denis Villeneuve confirma con «La llegada» su buena mano para calibrar atmósferas tensas, subyugantes y enrarecidas. La primera ocasión en la que la protagonista, Louise, entra en la nave alienígena, se respira una intranquila quietud y una incertidumbre que el director tensa hasta abarcar toda la narración, y que se intensifica con una brillante banda sonora de Jóhann Jóhannsson, compositor ya totalmente compenetrado con la personalidad fílmica de Villeneuve tras las experiencias de «Prisioneros» (2013) y, especialmente, «Sicario» (2015). Y así, la película avanza con Louise intentando dar respuesta a la pregunta del millón, bajo la presión ejercida por la amenaza de una guerra desencadenada por la impaciencia de dirigentes mundiales que no están dispuestos a que un ataque por parte de los visitantes les pille desprevenidos. La importancia de la comunicación, así como los peligros que conllevan los equívocos que pueden surgir en el proceso, son claves en una trama que maneja varios conceptos difíciles de comprender y asimilar por el espectador medio. La película se encarga de explicarlos de forma didáctica, aunque en el caso del lenguaje simbólico que utilizan los extraterrestres, se compensa lo abstracto de su naturaleza con la belleza de su composición.

Pero lo que provoca que «La llegada» acabe despuntando como una de las muestras de ciencia ficción más reflexivas y redondas del cine moderno es lo bien que aúna el componente emocional de la narración con el fantástico, algo en lo que cojearon tanto «Gravity» (2013) como «Interstellar» (2014), a través de un giro de guion que da un vuelco de 180º a todo lo que creíamos saber sobre la historia hasta ese momento. El inesperado cariz que toman los acontecimientos propicia tanto que Amy Adams remate una interpretación poderosa, sensible y empática, la mejor de su carrera, como que se originen interesantes y acalorados debates de naturaleza ética y humanista al terminar la proyección. El resto de personajes, incluyendo al que da vida Jeremy Renner, no aportan gran cosa más allá de desempeñar una función básicamente instrumental en la trama, pero esto se debe a que la película empieza y acaba con el potente arco dramático de Adams, acompañado de una partitura musical de Max Richter, «On the Nature of Daylight», que ya nos puso los pelos de punta en «Shutter Island» (2010).

Con «La llegada», Villeneuve vuelve a superarse a sí mismo entregando una poética obra de ciencia ficción que desafía el concepto de realidad del ser humano, que apuesta por la comunicación y el pacifismo como respuesta a los conflictos entre diferentes civilizaciones, y que ofrece una nueva vuelta de tuerca al hipotético primer encuentro entre humanos y extraterrestres. Presumo que todo ya estaba en el relato de Ted Chiang en el que se basa el film, «La historia de tu vida» (1998), pero no por ello hay que menospreciar la labor del director canadiense y de su equipo a la hora de traducir el texto en imágenes y componer una pieza tan hermosa, evocadora, inquietante y compleja como ésta. Si Villeneuve no es capaz de sacar adelante una secuela mínimamente decente de «Blade Runner» (1982), probablemente ningún director actual sea capaz de hacerlo. El año que viene confirmaremos si, como ha demostrado hasta ahora, no hay género ni temática que se le resista.