«En nombre de Caín» (1991): De Palma por De Palma

En 1991, Brian De Palma logró sacar adelante gracias a (su por entonces embarazada esposa) Gale Anne Hurd –productora- un trato de 10 millones de dólares a Universal para llevar a cabo este film, bajo un guión suyo y rodado en los alrededores de su casa.

«Raising Cain» es el más clarividente título original, que en España mutó a «En nombre de Caín». En el film, John Lithgow tras varios papeles secundarios previos  para el director por fin logra su primer protagonista, un psiquiatra (Carter) que sigue los pasos de su demente padre, experimentando con su hija la psique humana, para averiguar si es posible controlar la maldad y el desdoblamiento de personalidad.  Al mismo tiempo intenta, en vano, controlar su parte perversa llamada  Caín, que le impulsa a llevar a cabo asesinatos de mujeres.

Con Lithgow, estamos sin duda ante un actor nacido para trabajar con De Palma, debido a su físico, el de un personaje recurrente en una buena multitud de filmes del cineasta americano. Si uno es seguidor habitual del cine del director ya habrá visto esa desdibujada figura, alta, con calvicie, gafas y gabardina, que De Palma introduciría desde sus inicios en multitud de filmes propios, con diferentes actores.

Aunque el filme se rodó con la idea de que la protagonista sería Jenny (Lolita Davidovich) esta idea acabó siendo desechada por el propio De Palma, puesto que requería de un montaje con un enorme flashback. El director se dio cuenta de que dicho montaje no funcionaba tras los test-scrennings (pase de prueba con público seleccionado) para Universal. En el primer corte de la cinta, hasta bien pasado el segundo acto, no entraba en escena Carter/Caín , quien hasta ese instante deambularía por el film como una fantasmal figura en segundo plano.

«En nombre de Caín» peca, quizás, de tener a un De Palma bajo una excesiva libertad creativa, juguetón y con ganas de volver a la palestra con un trabajo propio tras el éxito fulgurante del encargo «Los intocables de Eliot Ness» (1987). Lejos del clasicismo de aquella, aquí De Palma constantemente está jugando con la incredulidad del espectador, y se sustenta en un guión puesto más que nunca al servicio de las set-pieces DePalmianas de turno; secuencias vistas desde diferentes puntos de vista, juegos de personalidades, engaños, multitud de planos a ralentí, y referencias a la propia filmografía del mismísimo De Palma, incluidas «Hermanas», «Fascinación», «La Furia», o «Vestida para Matar». Incluso, ideas, luego mejor explotadas, o reutilizadas como la del clímax final, que luego reutilizaría en «Snake Eyes». Destaca, además de la frenética labor tras las cámaras, el show de John Lithgow, dando vida hasta a cinco personajes distintos, el agobiante momento de una adormecida Lolita Davidovich en el coche ahogándose, y un par de sustos inesperados, muy conseguidos, visualizados operísticamente como aquel que envuelve a la esposa comatosa de Steven Bauer.

maxresdefault«En nombre de Caín» es una reutilización de ideas pasadas y futuras, un batiburrillo de la “marca De Palma” que se sitúa dentro de los filmes menores del autor. Aunque al mismo tiempo es de las más disfrutables, y siendo esto una total incongruencia, ya que vemos aquí al De Palma 100% para lo bueno y para lo malo. El cineasta rueda una especie de “aquí estoy yo” con sus mejores trucos y unas cuantas raciones de highlights. Atención especial a cómo el juego de engaños entre director/espectador marido/mujer va liándose más y más, y ojo a las apariciones finales de Gregg Henry (uno de los fijos en el cine del autor) y Tom Bower, como dos sabuesos algo despistados, y a una hipnótica Frances Sternhagen que raya la excelencia como una psicóloga enferma terminal de cáncer. Destacan en la línea de exageración que envuelve todo el metraje los diálogos, tremebundas joyas lingüísticas en boca de un enajenado Caín; “Larguémonos de aquí antes de que nos vean; porque créeme muchacho, nos recordarán” o “El gato está en el saco, y el saco está en el río” o la del mencionado detective al que da vida Gregg Henry, “No quiero caminar sobre pequeños ataúdes”, en alusión a la desaparición de niños relacionada con la familia Nix. Cómo no, merece ser destacado el último plano final del filme, con la consabida sorpresa/susto, que todo film del director enclavado en el género de terror debía tener si o sí  tras el visto en «Carrie» .

Las críticas fueron feroces contra su persona, el director había prometido dejar de homenajear a Hitchcock en los años ochenta, y volver al redil del mago del suspense hizo que le saltaran al cuello. El propio De Palma, en el excelente ensayo sobre su persona «Brian De Palma por Brian De Palma» se encargo de defender algunas decisiones arriesgadas del filme, como su montaje, tramposo y desdoblado, argumentando que la cronología alterna de secuencias, fue citada por Quentin Tarantino como parte de su inspiración para «Pulp Fiction». En dicho volumen -de lectura imprescindible para todo fan del cineasta- desmenuza varias de las grandes ideas del film, como el magnífico plano secuencia que sigue a los policías y la psicóloga hasta el depósito de cadáveres, construido para lograr un shock posterior en el espectador cuando se descubra de quien es dicho cuerpo.

La redención para De Palma no llegaría hasta 1996 con «Misión imposible» protagonizada por Tom Cruise, y ni siquiera uno de sus mejores trabajos, «Atrapado por su pasado» (1993), lograría el aplauso unánime. De nuevo un encargo lo salvaría del desastre.