“No creo que nunca se haga una película, seguro que no antes del final de siglo, que suponga un reto como `Abbys´ lo fue, no solo tecnológicamente, sino también emocionalmente y físicamente, en todos los que estuvimos involucrados”, afirmaba rotunda Gale Anne Hurd, productora del filme y exmujer de James Cameron, que previamente ya había producido algunos de sus trabajos más notables, como «Terminator» y la espléndida secuela «Aliens (El Regreso)».
«Abyss«, estrenada en 1989, es una producción de 70 millones de dólares, una de las más caras de aquella época. Este pretencioso proyecto de gran presupuesto (como todos los trabajos de Cameron) lleva a una serie de personajes a un viaje de rescate visualmente soberbio y agotador, y que, en su momento, según ratificaba The Hollywood Reporter, contenía algunas de las “secuencias bajo el agua más geniales jamás vistas antes en una película”. Casi 3 décadas después, «Abyss» sigue siendo, a nivel técnico, una obra de arte. El 40% de la cinematografía se rodó bajo del agua, todo un desafío en aquel entonces. Nunca se había visto en una película a una serie de personajes hablando debajo del agua, y tampoco a los actores reales buceando a varios metros por debajo de la superficie de la misma. Fue un boom parcial en los 80, y digo parcial porque no triunfó en taquilla, precisamente, aunque, en términos tecnológicos, revolucionó el cine de ciencia ficción.
Su sugestivo inicio comienza con el choque de un submarino nuclear con un objeto no identificado que avanza a una velocidad de vértigo. La marina americana reclutará a un equipo de científicos, unido a un sector de las fuerzas especiales del ejército, expertos en buceo, para rescatar el submarino y desactivar la bomba que contiene. A partir de aquí, nos encontraremos con un producto grandioso, repleto de originalidad y personalidad, que conmueve e invita a la reflexión. En conjunto, es una auténtica delicia visual. La cinematografía de Mikael Salomon («Llamaradas»), es de alabanza. La escena en la que Mary Elizabeth Mastrantonio se sumerge por primera vez bajo la superficie, y se encuentra con ese “baile de luces”, formado por la mezcla de los colores púrpura, verde y azul que se desprende de las Inteligencias No Terrestres (INT), es sublime.
Cualquiera que haya echado un vistazo a la ambiciosa carrera de Cameron podrá apreciar que es un cineasta muy minucioso a nivel físico y visual. Muchos de los miembros del reparto tuvieron serias dificultades durante el rodaje. El propio Ed Harris («Apollo 13″, «The Hours»), que interpreta al valiente Bud, tuvo un incidente bajo el agua y casi terminó ahogado. Contó lo sucedido en una entrevista que formó parte del Making of del largometraje, donde aseguraba sosegado que ese mismo día llegó a su casa y rompió a llorar. Y Mastrantonio tuvo un rebote enorme con Cameron durante su famosa escena de la resurrección. El director se defiende manifestando que la “tensión” que había en el set era “natural”, porque la “energía” que se desprendía de ella estaba presente, y se notaba, durante las escenas. Pero también admitió que “perdió perspectiva durante la película” y “empujó más de lo que debería”. Yo solo sé que no he vuelto ver ni a Harris ni a Mastrantonio hacer una película bajo ninguna superficie líquida. Visto lo visto, una decisión bastante comprensible. No pude evitar recordar el comentario que le hizo Amy Poehler a Kathryn Bigelow, ganadora de 2 premios de la Academia y también exmujer de Cameron, en los Globos de Oro de 2013 (min. 2:47): “Cuando se trata de sufrimiento, confío en la mujer que estuvo dos años casada con James Cameron”.
Este el tipo de película que obtuvo atención con el tiempo, aunque no el suficiente. Pero claro, como más tarde llegaron Jack y Rose y su «I’ll never let go, Jack», en «Titanic», y, 12 años más tarde, aterrizó la acaparadora Avatar, cuyas 4 secuelas (sí, han leído bien, 4), fueron confirmadas en el panel de 20th Century Fox en la Comic Con 2016, es comprensible que muchos hayan olvidado, o simplemente desconozcan, esta pequeña joya de la filmografía de Cameron.
Si hay algo destacable en la trayectoria del director canadiense es la fortaleza y la convicción que le otorga a los personajes femeninos. Lo cierto es que es de agradecer ver en pantalla personajes tan badass que se imponen y tienen su propia historia. Aquí la tenemos en la figura de Mastrantonio y su sarcástica Lindsay. En «Aliens (El Regreso)», la vemos en la maravillosa Ripley, interpretada por Sigourney Weaver, en la que, obviamente, llega un momento en el que todos los que se supone que la deben protegen acaban muertos, y ella misma debe salvar el pellejo. Algo similar ocurre con Linda Hamilton y su Sarah Connor, en «Terminator», cuando su amado Kyle es disparado por éste, a.k.a. Schwarzenegger y su cara inerte de pocos amigos, y ella misma debe apañárselas para salvarse, preservar la seguridad de Kyle, y aniquilar al frustrante cyborg. Y resulta desgarrador que esta frase perteneciente a «Abyss», que le susurra sollozando Lindsay a Bud en el momento que piensa que va a morir, se siga aplicando 32 años después: “No es fácil ser una mujer fuerte. Hace falta disciplina y muchos años de entrenamiento. Y eso a mucha gente no le gusta”.
“Todos vemos lo que queremos ver. Coffey mira y ve rusos. Yo veo odio y miedo. Hay que mirar con mejores ojos”, le dice desafiante Lindsey a un Bud aturdido tras haber visto a los supuestos INT. En momentos de estrés, tendemos a tirar hacia lo lógico, porque le tenemos un miedo irracional a lo desconocido. Todo se reduce a ver para creer. No debería ser así en determinados casos, tendríamos que estar más abiertos y no ceder a la idea de la locura de las personas, solo porque nos negamos a creer que algo estrafalario está ocurriendo. Aunque da una satisfacción tremenda cuando los escépticos, como el personaje de Coffey, ven lo que ocurre y finalmente te creen: “¿Era eso un tentáculo ruso, teniente?¿No? Bueno, algo es algo”, le dice Lindsay con regocijo y una sonrisilla.
En términos de actuación, tenemos a un soberbio trío protagonista, con unos inspirado Harris (siempre ha sido un grande), admirable en la famosa escena de la resucitación. Sus gritos de desesperación te angustian y te sumergen en ese momento de pánico que está sufriendo por perder a su amor. Mastrantonio, por su parte, aporta una actuación bastante sólida y natural como la brillante ingeniera Lindsay. La tercera pieza la compone el actor fetiche de Cameron, Michael Biehn, y su convincente, a la par que odioso y majara, Hiram Coffey, al que ya hemos citado.
En la versión extendida, los seres de agua han creado una serie de tsunamis en la superficie para acabar con el planeta. Cuando Bud se sumerge 10 kilómetros bajo el agua, para desactivar la bomba nuclear, que tantos inconvenientes ha supuesto, logra detenerla, pero su reserva de oxígeno comienza a finiquitarse. Estaba seguro de que iba a morir, pero fortuitamente atisba una mezcla de colores: los INT acababan de llegar. Ante su estupefacción, le rescatan y le muestran lo que está ocurriendo en la Tierra a través de una pantalla de agua. No puede creer lo que está viendo, pero de repente cesan el ataque y Harris les comenta aturdido: “You could have done it? Why didn’t you?” (“Lo podíais haber hecho, ¿por qué no lo hicisteis?”), y en esa misma pantalla, aparece el mensaje tierno y sensiblero que Bud le había enviado a Lindsay, justo antes de su casi indudable muerte. No destruyen la tierra porque él estuvo dispuesto a sacrificar su vida para salvar a sus compañeros y a su exmujer. Ese amor, y esa valentía, son lo que les frena de arrasar con la Tierra, pues entienden que no todo es odio y guerras, que entre los humanos existe algo más. En teoría, querían destruirla por esa aversión que las personas nos tenemos entre sí, y que lo único que estaba (y está) consiguiendo, es que nos aniquilemos de forma gradual. Sigo sin comprender cómo se les ocurrió recortar la escena más crucial de la película. Inconcebible.
La versión extendida es lo que que le da sentido al sensiblero final. Se crea demasiada expectativa hacia ese edulcorado desenlace. Lo mínimo que se le exige a una película decente es que entretenga. «Abyss» lo consigue con creces, te conmueve y te hace cavilar sobre la naturaleza del ser humano. Contiene escenas memorables que la convierten en una maravilla, pero quizá sus decepcionantes últimos 20 minutos deterioran suavemente al conjunto. 8/10.