Llevamos muchos años esperando tan ansiado regreso, cansados de oír “que vuelve el western”, y no termina de regresar para desgracia de quien les escribe y de sus compinches. Poniéndonos finos, académicos y rimbombantes, podemos decir que el western nunca se ha ido, oímos muy a menudo: “La ciencia ficción es el nuevo western, que si el cine de aventuras, etc.” Pero… me siguen faltando; las herraduras, los escupitajos, las bañeras pestilentes, las tumbas sin nombre, el polvo, los caballos que se amarran solos, el whisky en vasos pequeños, las pianolas, los relojes de bolsillo, el póker, los duelos, los rifles, las cafeteras en la hoguera, unas botas sucias, barberos sacando muelas,… esto no lo veo en esos nuevos escondites del viejo western. Los cánones nos dicen que jugar con la frontera, el contexto histórico, la aventura y/o el drama, además de sus elementos referenciales, son pistas que nos pueden indicar si estamos ante un western. Reivindico la última, esos elementos, porque son los que me trasladan definitivamente hacia la esencia mítica y pura del cine del oeste.
En estas últimas semanas he podido disfrutar de dos nuevas películas del oeste, Los odiosos 8 y El Renacido, con todos sus elementos referenciales en tropel, con críticas dispares, pero westerns. Lograron hacerse con la cartelera que antaño dominaban de punta a punta, y también con cierta parte de la taquilla ¿Y qué me ha sorprendido de ellas? Dos cosas; la primera es ver cómo la tecnología en el cine se pone a disposición de este género de géneros (no se pierdan el travelling a caballo de El Renacido), y la segunda fueron sus resultados en taquilla, quizás algo esperados por las presencias de Tarantino y DiCaprio que siempre funcionan. La pena es que Tarantino se quedó muy lejos de Iñárritu, y la suerte es que Quentin ya ha dicho que lo volverá a intentar. Cruzo los dedos para que tenga y tengamos mejor suerte.
¡Qué hay de nuevo viejo!
